Penitencia y Reconciliación
El sacramento de la Penitencia es una experiencia del don de la misericordia sin límites de Dios. No solo nos libera de nuestros pecados, sino que también nos desafía a tener el mismo tipo de compasión y perdón hacia aquellos que han pecado contra nosotros. Somos liberados para que seamos gente que perdona. Entendemos mejor las palabras de la Oración de san Francisco: “Es perdonando, como se es perdonado”.
Jesús encomendó el ministerio de la reconciliación a la Iglesia. El Sacramento de la Penitencia es un regalo de Dios a nosotros para que cualquier pecado cometido después del Bautismo pueda ser perdonado. En la confesión tenemos la oportunidad de arrepentirnos y recobrar la gracia de la amistad con Dios. Es un momento santo durante el cual nos ponemos en presencia de Dios y reconocemos honestamente nuestros pecados, especialmente los pecados mortales. Por la absolución somos reconciliados con Dios y con la Iglesia. El sacramento nos ayuda a mantenernos cercanos a la verdad de que no podemos vivir sin Dios. “En él vivimos, nos movemos y somos” (Hech 17, 28).
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Unción de los enfermos
En el sacramento de la Unción de los enfermos de la Iglesia, mediante el ministerio del sacerdote, es Jesús quien toca al enfermo para curarlo de sus pecados, y a veces incluso de la enfermedad física. Sus curaciones eran signos de la llegada del Reino de Dios. El mensaje central de sus curaciones nos dice de su plan de conquistar el pecado y la muerte con su muerte y resurrección.
El ritual de la Unción nos dice que no tenemos que esperar a que una persona esté a las puertas de la muerte para recibir el sacramento. Un juicio cuidadoso sobre la seriedad de la naturaleza de la enfermedad es suficiente.
Cuando se administra el sacramento de la Unción de los enfermos, el efecto que se espera es que, si Dios quiere, la persona sane físicamente de su enfermedad. Pero incluso si no hay sanación física, el principal efecto del sacramento es la curación espiritual mediante la cual el enfermo recibe el don del Espíritu Santo y la valentía para afrontar las dificultades que acompañan una grave enfermedad o la fragilidad de la vejez.