Sacramentos de servicio

Matrimonio

Las Sagradas Escrituras comienzan con la creación y la unión del hombre y la mujer y terminan con las “bodas del Cordero” (Ap 19, 7. 9). Las Escrituras a menudo mencionan el matrimonio, su origen y finalidad, el significado que Dios le dio y su renovación en la Alianza establecida por Jesús con su Iglesia.

Por el Matrimonio, la pareja da testimonio del amor conyugal de Cristo por la Iglesia. Una de las oraciones nupciales en la celebración litúrgica del matrimonio se refiere a esto al decir: “Señor, tú… con un designio maravilloso consagraste la unión conyugal para prefigurar en ella la unión de Cristo con su Iglesia”.

El sacramento del Matrimonio es una alianza, que es más que un contrato. Una alianza siempre expresa una relación entre personas. La alianza matrimonial se refiere a la relación entre el marido y la mujer, una unión permanente de personas capaces de conocerse y amarse la una a la otra y a Dios. La celebración del matrimonio también es un acto litúrgico, que se celebra apropiadamente con una liturgia pública en una iglesia. Se pide encarecidamente a los católicos que celebren su matrimonio dentro de la liturgia eucarística.

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Sagradas Órdenes

Desde el momento de la concepción de Jesús en el vientre de la Virgen María hasta su resurrección, él estuvo lleno del Espíritu Santo. En lenguaje bíblico, él había sido ungido por el Espíritu Santo y por tanto había sido establecido por Dios Padre como nuestro sumo sacerdote. Como el Señor resucitado, él continúa siendo nuestro sumo sacerdote […] mientras que todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo, el sacerdocio ministerial participa de él en una forma especial mediante el sacramento del orden.

La ordenación al sacerdocio siempre ha sido una llamada y un don de Dios. Cristo recordó a sus Apóstoles que necesitaban pedir al Señor de la cosecha que mandase trabajadores para cosechar. Aquellos que buscan el sacerdocio responden generosamente a la llamada de Dios usando las palabras del profeta: “Aquí estoy, Señor, envíame” (Is 6, 8). Esta llamada se puede reconocer y entender entre los signos diarios que revelan su voluntad a aquellos encargados de discernir la vocación del candidato.

 

 

 

Sacramentos de sanación

Penitencia y Reconciliación

El sacramento de la Penitencia es una experiencia del don de la misericordia sin límites de Dios. No solo nos libera de nuestros pecados, sino que también nos desafía a tener el mismo tipo de compasión y perdón hacia aquellos que han pecado contra nosotros. Somos liberados para que seamos gente que perdona. Entendemos mejor las palabras de la Oración de san Francisco: “Es perdonando, como se es perdonado”.

Jesús encomendó el ministerio de la reconciliación a la Iglesia. El Sacramento de la Penitencia es un regalo de Dios a nosotros para que cualquier pecado cometido después del Bautismo pueda ser perdonado. En la confesión tenemos la oportunidad de arrepentirnos y recobrar la gracia de la amistad con Dios. Es un momento santo durante el cual nos ponemos en presencia de Dios y reconocemos honestamente nuestros pecados, especialmente los pecados mortales. Por la absolución somos reconciliados con Dios y con la Iglesia. El sacramento nos ayuda a mantenernos cercanos a la verdad de que no podemos vivir sin Dios. “En él vivimos, nos movemos y somos” (Hech 17, 28).

 

 

https://www.usccb.org/about/justice-peace-and-human-development/upload/Penance-handout-Spanish.pdf

Unción de los enfermos

En el sacramento de la Unción de los enfermos de la Iglesia, mediante el ministerio del sacerdote, es Jesús quien toca al enfermo para curarlo de sus pecados, y a veces incluso de la enfermedad física. Sus curaciones eran signos de la llegada del Reino de Dios. El mensaje central de sus curaciones nos dice de su plan de conquistar el pecado y la muerte con su muerte y resurrección.

El ritual de la Unción nos dice que no tenemos que esperar a que una persona esté a las puertas de la muerte para recibir el sacramento. Un juicio cuidadoso sobre la seriedad de la naturaleza de la enfermedad es suficiente.

Cuando se administra el sacramento de la Unción de los enfermos, el efecto que se espera es que, si Dios quiere, la persona sane físicamente de su enfermedad. Pero incluso si no hay sanación física, el principal efecto del sacramento es la curación espiritual mediante la cual el enfermo recibe el don del Espíritu Santo y la valentía para afrontar las dificultades que acompañan una grave enfermedad o la fragilidad de la vejez.

 

 

 

 

https://www.usccb.org/about/justice-peace-and-human-development/upload/Anointing-of-the-Sick-handout-Spanish.pdf